Ubicado en una escondida esquina en un tranquilo suburbio residencial en Ibaraki, Osaka, este pequeño conjunto diseñado por el arquitecto Tadao Ando comprende dos modestos edificios, dispuestos en ángulo, orientados de acuerdo a la trama vial de la urbanización. La luz, es la herramienta básica en el que el arquitecto basa el concepto de diseño para el desarrollo del proyecto.
El mérito de Ando no está sólo en introducir este elemento oblicuo, que dinamiza el espacio apacible y ortodoxo de la nave, sino en separarlo algunos centímetros de la cobertura, permitiendo que la luz se filtre horizontalmente y dando la impresión de que el techo estuviera flotando en el aire.Esta pared diagonal contiene asimismo una generosa mampara de 1.60 x 5.35 m y la puerta de ingreso al ambiente, acristalada, que se desliza lateralmente, fiel al shoji estilo japonés.
Tras el altar existe una abertura cruciforme, embebiendo al espacio interior del poder y energía de la luz.La luz es el único elemento natural que ingresa al ambiente, como reforzando su condicion divina e invadiendo la profana oscuridad.
El edificio, construído en concreto, ha abandonado todo ornamento para revestirse de la espiritualidad que confiere la luz, haciendo más intensa su calidad de sacro.
Incluso las bancas [que fueron hechas con partes de los andamiajes utilizados para construcción de la iglesia y recubiertas de pintura negra], afirman su carácter austero y mínimo. El mobiliario, combinado con el siempre móvil y vivaz juego de la luz y las sombras, y la severidad del adusto ambiente que lo alberga, logran tensión e intensidad y al mismo tiempo pureza y tranquilidad, que es en sí la esencia de la espiritualidad que este espacio transmite.
En la pequeña capilla vecina a la Iglesia principal, Ando repite el tema de la caja atravesada por el plano oblicuo, ligeramente separada del techo.
Pero esta vez no incluye una abertura en cruz, sino que practica una hendidura en el techo a traves de la cual baña con luz rasante la desnuda pared del altar.
No obstante su simpleza, el plano oblicuo, la pared y la claraboya se engarzan en una espectacular coreografía de formas, superficies y tonos lumínicos.
La naturaleza es siempre un referente en la arquitectura tradicional japonesa. Por ello la fluidez de la relación del interior con el exterior. Al ingresar en la capilla y mirar a la derecha, una larga ventana deja ver una sencilla alegoria a la cruz, reposando sobre verde y agua.
La presencia de la naturaleza, reducida al elemento de la luz, toma un carácter extremadamente abstracto, y respondiendo a esta abstracción, la arquitectura crece pura con el pasaje diario del tiempo. Las pocas pero perfectas aberturas en este espacio, sirven a la luz para demostrar su brillo contra el telón de fondo de la oscuridad. Tadao Ando una vez más demuestra su maestría en este sencillo edificio, logrando una comunión perfecta de materia y espíritu, en la que recoge la pura esencia del cristianismo y la expresa a traves de la simplicidad del budismo zen.
Tras el altar existe una abertura cruciforme, embebiendo al espacio interior del poder y energía de la luz.La luz es el único elemento natural que ingresa al ambiente, como reforzando su condicion divina e invadiendo la profana oscuridad.
El edificio, construído en concreto, ha abandonado todo ornamento para revestirse de la espiritualidad que confiere la luz, haciendo más intensa su calidad de sacro.
Incluso las bancas [que fueron hechas con partes de los andamiajes utilizados para construcción de la iglesia y recubiertas de pintura negra], afirman su carácter austero y mínimo. El mobiliario, combinado con el siempre móvil y vivaz juego de la luz y las sombras, y la severidad del adusto ambiente que lo alberga, logran tensión e intensidad y al mismo tiempo pureza y tranquilidad, que es en sí la esencia de la espiritualidad que este espacio transmite.
En la pequeña capilla vecina a la Iglesia principal, Ando repite el tema de la caja atravesada por el plano oblicuo, ligeramente separada del techo.
Pero esta vez no incluye una abertura en cruz, sino que practica una hendidura en el techo a traves de la cual baña con luz rasante la desnuda pared del altar.
No obstante su simpleza, el plano oblicuo, la pared y la claraboya se engarzan en una espectacular coreografía de formas, superficies y tonos lumínicos.
La naturaleza es siempre un referente en la arquitectura tradicional japonesa. Por ello la fluidez de la relación del interior con el exterior. Al ingresar en la capilla y mirar a la derecha, una larga ventana deja ver una sencilla alegoria a la cruz, reposando sobre verde y agua.
La presencia de la naturaleza, reducida al elemento de la luz, toma un carácter extremadamente abstracto, y respondiendo a esta abstracción, la arquitectura crece pura con el pasaje diario del tiempo. Las pocas pero perfectas aberturas en este espacio, sirven a la luz para demostrar su brillo contra el telón de fondo de la oscuridad. Tadao Ando una vez más demuestra su maestría en este sencillo edificio, logrando una comunión perfecta de materia y espíritu, en la que recoge la pura esencia del cristianismo y la expresa a traves de la simplicidad del budismo zen.
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